Ciudad de México.- De no ser por lahebilla de su cinturón, la familia del policía capitalino Manuel Pérez Gutiérrez estaría de luto, pues gracias a que en lahebilla rebotó una bala el agente salvó la vida; ahora su esposa e hijos no se cansan de repetirle que están orgullosos de su trabajo.
La noche del pasado 23 de septiembre, el agente, que cuenta con 17 años de servicio, junto con su compañero, Juan Benigno Galván, con quien lleva más de tres años patrullando el sector, fueron atacado a tiros por dos jóvenes que minutos antes habían asaltado una tienda en Lomas de Santa Fe, delegación Cuajimalpa.
Los uniformados se toparon de frente con Mario Vázquez Segundo, de 24 años de edad, e Iván Patiño Santiago, de 28 años, quienes llevaban bolsas de plástico con botellas de licor, cigarros y dinero. Manuel recordó que, al verlos, Patiño Santiago tiró las bolsas de plástico al piso y de la cintura sacó una pistola.
Mencionó que el asaltante les gritó “ya valieron madre”. Dijo que a pesar de que los tenían como a 4 metros de distancia los protocolos no les permiten a ellos disparar antes, “les dije que éramos policías, que estaban detenidos, pero antes de que terminara de hablar ya estaba disparando”, señaló Manuel.
En el lugar se inició una balacera y Manuel sintió un fuerte golpe debajo del ombligo, además sintió como que la piel se le quemaba. Por el impacto cayó al piso, su compañero le preguntó cómo estaba y, como los asaltantes escapaban corriendo, se levantó y ambos comenzaron a perseguirlos.
Durante la huida, uno de los asaltantes que continuaba disparando contra los oficiales fue herido de un disparo en un tobillo luego de que los agentes repelieran la agresión, fue así como lograron someterlo y detenerlo, minutos después otros patrulleros concretaron la detención del cómplice.
Manuel entonces se acordó del disparo que tenía en la panza y se tiró al piso para que lo revisaran. Había recibido un impacto calibre .380, pero al golpear la hebilla de su cinturón la bala se desvió y avanzó unos 15 centímetros por su abdomen, de manera superficial, y quedó incrustada bajo la piel.
“Me dijeron los doctores que si la bala hubiera penetrado, me hubiera dado en el intestino grueso o delgado y en cuestión de minutos hubiera muerto”, señaló Manuel, quien ya regresó a sus actividades. Ahora su esposa e hijos no se cansan de repetirle que están orgullosos de su trabajo.
Para su compañero de trabajo esta experiencia que resultó amarga sirvió para estrechar más aún los lazos de amistad pues cada día se arriesga la vida para velar por la seguridad de la ciudadanía.
“Es desesperante porque ya no es tu compañero, es parte de tu familia y pues se siente un coraje diferente, llevamos tres años trabajando hombro con hombro y eso fortalece los lazos de amistad” dijo.
Aunque este par de policías han perdonado a los agresores, se sienten sumamente orgullosos de su trabajo y continuarán con la filosofía de servicio a la ciudadanía, aún a costa de su propia vida.
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