Distrito Federal.- A los 14 años se convirtió en mercancía con dueño y dejó ganancias por más de 4 millones de pesos. La vendió a unos 15 mil hombresdistintos; por la mañana en las calles de La Merced y por las noches en Sullivan.
El captor de Jazmín está prófugo. Ella, resguardada por una organización civil, luego de que la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal la rescató en un operativo contra la trata de personas, en La Merced.
Leonardo la obligó a trabajar 20 horas al día, los 365 días del año, durante dos años. Para que la menstruación de ella no afectara el negocio, le introducía una esponja en la vagina.
Jazmín cumple con el patrón de las víctimas de trata de personas con fines sexuales: es joven, menor de edad, pobre, sin estudios y solamente conoce el lugar donde vive.
Fue reclutada en un pueblo de Hidalgo —su lugar de origen— por Leonardo, quien se ganó su confianza y la de su familia. Ese hombre la amenazó: de escaparse o intentar hablar de su infierno con algún cliente, su familia lo pagaría con la muerte.
Jazmín era vigilada durante las 24 horas. Ni al baño iba sola.
“Le entregaba entre 6 mil y 8 mil pesos diarios. Llegué a tener hasta 50 hombres distintos en un solo día. A trabajar con el pie fracturado (con tacones de 12 centímetros), porque un día me atropellaron y nunca me llevó al doctor por miedo a que se descubriera que me tenía prostituyendo a la fuerza”, recuerda la joven.
A Leonardo lo conoció en el centro de su ciudad: “Estaba tomándome un jugo con una amiga. Tenía 14 años. Leonardo llegó y nos preguntó nuestro nombre y teléfonos; bien confiadas se lo dimos y salimos los tres a pasear por el pueblo; nos compraba todo y se portaba amable. El 10 de mayo le llevó un peluche a mi mamá y le pidió permiso de llevarme a una fiesta en Hidalgo; cuando llegamos a la fiesta me di cuenta que no era Hidalgo sino Tenancingo, Tlaxcala”.
Leonardo mantuvo encerrada a Jazmín durante 15 días. Cuando la familia de ella amenazó con denunciarlo, la regresó en un autobús. El 1 de septiembre de 2010, la joven sintió que alguien la tocaba. Cuando recobró la conciencia estaba, otra vez, encerrada en Tlaxcala.
Después partieron a Oaxaca. En un hotel, varias mujeres le enseñaron diversas posiciones sexuales. El entrenamiento duró tres meses.
Luego comenzó a trabajar en La Merced. En ese momento, Leonardo —con pistola en mano— la obligó a llamar a su casa para que dejaran de buscarla.
“Yo nunca traía dinero. Él me daba comida, pastillas anticonceptivas y vitaminas. Algunas veces dormía sólo dos horas porque me obligaba a hacer ejercicio”, indica Jazmín, quien en dos años sólo cruzó palabra con algunos clientes y la chica que la vigilaba.
La rescataron en enero pasado, sigue lejos de sus padres y vive su proceso de readaptación con la Fundación Reintegra. Cuando ve a un hombre formido, con gorra, camiseta sin magas y arete de diamante, le tiemblan las piernas: siente que su captor está de regreso.
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